Algo presiona mi pecho, lo aprieta como si quisiera extraer de él su último aliento. Duele, quema… brotan lagrimas silenciosas que resbalan por las mejillas mientras la mente se mueve incesante de un pensamiento a otro, mientras sube y baja en una montaña rusa de sentimientos encontrados.
Vivimos un momento extraño donde la mayor parte de nuestros seres queridos solo aparecen a través del cristal de una pantalla, donde los chascarrillos y las bromas de los amigos se transforman en letras negras escritas en bocadillos de cómic. Y las lagrimas vuelven a brotar por el abrazo que nos falta, por la caricia que te debo, porque echo tanto de menos tocar y tengo tanto miedo de no poder volver a hacerlo, de no poder decir de nuevo, «abuelos os quiero».
Y es que nunca la pendiente ascendente de una curva había costado tanto, había dolido tanto, había cambiado tanto nuestras vidas en la búsqueda de la derivada 0.
Queremos simular normalidad, llenar nuestro tiempo y el de nuestros pequeños super héroes con actividades mil que despisten el ánimo y este algo que aprieta. Pero aquí nada es normal, se perdió la simetría y fallaron las fuerzas para mantener la rutina. Y brotaron de nuevo las lagrimas por la angustia, la impaciencia, el «quiero pero no puedo», el «mañana haremos» para después de ver que mañana es sencillamente hoy .
Las mañanas se llenan de listas de deberes, envía una foto de esto, un vídeo de aquello, evaluación por vídeoconferencia. Pero los super héroes no siempre quieren, y yo no siempre creo que deban. De nuevo los sentimientos se mezclan, culpa e impotencia.
Y si hay que salir a la compra, la primavera te explota en la cara y quizás alumbra una sonrisa bajo las mascarillas… hasta que llega la angustia de verla y querer abrazarla. Y huyes porque no os salten las lagrimas allí mismo y poneros a llorar juntas a 2 metros de distancia.
Llega la tarde, graba videos, prepara clases, resuelve dudas … pero están tan lejos y no veo sus ojos, no siento su inquietud y no puedo ver cómo les cambia la cara cuando lo han entendido. Y así duele, y así quema, y así lloro.
Y así pasan los días mientras subimos la curva, mientras la aplanamos, mientras caminamos cuesta arriba acompañados de estos dos pequeños super héroes que son los únicos que lo hacen todo más fácil, los únicos que ayudan a esconder las lagrimas entre sus ojos color arcoíris, entre sus locuras, sus abrazos y sus risas.
Por ellos nos quedamos, por ellos seguimos, por ellos lo superaremos todo porque ellos sí son el mañana.